Aprecio y gratitud.
No soy un maestro, sino un despertador.-Robert Frost.
Una Carl Jung expresó: «uno recuerda con aprecio a sus maestr@s brillantes y con gratitud a aquell@s maestr@s que bien tocaron nuestros sentimientos» .
De repente me dieron ganas de escribir, ejercer la gratitud a infinitos docentes que me formaron y a quienes les debo lo que soy. En mi caso, tuve docentes con ambas características, brillantes docentes que acariciaron mi alma y mi mente. Trazaron pautas y dispusieron dificultades en mi caminar. Me hicieron abrevar de sus sutilezas, de su pericia en el quehacer docente. Me animaron a vivir, me inspiraron a enseñar. Fueron ese especial regalo que la vida tenia para mi. Ayudaron a forjar mi carácter y a tener sensibilidad. Me hicieron creer genio y que poseía el universo.
Tengo mis neuronas llenas de sus bellezas didácticas, paginas indelebles de perfección docente. A veces me creía pincel o lienzo o reencarnación. Tan solo con sus impulsos y su creencia en mi. Me llenaban de fuerzas sus palabras, sus consejos, las alas que pusieron en mi. En el fondo me enseñaron a aprender de mi, a no tener miedo en el camino y usar el fuego eterno del corazón en la búsqueda y expresión de mis verdades. Hubiera sido imposible estar aquí, si no hubiera aprendido de ellas, si no hubiéramos coexistido.
El hierro se forja en el fuego, el alma en la docencia. Su congruencia me hicieron un hombre de principios. Su profesionalidad me convirtieron en un paladín de las buenas causas. Su ética me enseñaron el enorme peso y la importancia de los valores morales y mas allá de todo esto, con sus enseñanzas puede conseguir mi estabilidad emocional y la autoconfianza necesaria para vivir, para seguir siendo docente, para seguir siendo yo mismo. Quizás, ahí estuvo el secreto. Fueron maestros que me dejaron SER.
En este, mi 30 aniversario de labor docente en diversas áreas (aritméticas, matemáticas, algebras, geometría, religión, liderazgo, informática, baloncesto, ajedrez, planeación, voleibol, marketing, Sistemas…) rindo homenaje a quienes dejaron huella en mi vieja alma noble: Doña Concha que me enseñó a leer y a escribir correctamente y con ello me preparo para desarrollar toda mi potencialidad humana, adentrándome a un universo infinito de saberes. al inmenso Profesor Papo Germes que me hizo amar el arte de la actividad física y los deportes, y con ello me hizo invencible y lleno de ideales.
Al Padre Alonzo que me enseñó el valor de ser integro, y la fuerza de cumplir los compromisos y el valor de la duda cognitiva. A la Prof. Isabelita que me mostro el camino exacto hacia la perfección docente, a amar los planetas y la geografía, y que dar la vida enseñando es mas que una vocación y mas que un compromiso, una decisión. Al Prof. Juancito que me enseñó la necesidad de la disciplina, y de como enfrentar los desafíos con fortaleza, mientras nos emocionaba con sus ortodoxas clases de matemáticas. A la Prof. Magaly y al Prof. Zoilo, que me enseñaron que las almas docentes son inagotables y debemos darlo todo, y siempre extraer del educando su la excelencia. Al Prof. Daniel Lara, quien me mostro el camino del liderazgo, la bondad y el servicio. Al profesor Sergio Abreu y al Prof. Jose Oscar Fernández (RIP), que me enseñaron a jugar baloncesto y a respetar a mis compañeros, ser responsable y nunca rendirme ante ningún rival, ni dejar de soñar mis ideales, hasta lograrlo.
Al padre Víctor Miranda que me enseño que podemos aprenderlo todo, enseñarlo todo y que cada acto docente es la oportunidad para abrir el universo del conocimiento, quien además me mostro la importancia de la rectitud del alma y la disciplina del espíritu.
A Tony Disla (EPD) y Héctor Báez (EPD), paradigmas y profesores que me elevaron mi pensamiento estratégico y mi capacidad de planear y ejecutar tácticamente, además del valor del trabajo en equipo y la importancia de los demás en la búsqueda de la excelencia. .. No puedo olvidar a las maestras Alexandra Santelises y Cheila Valera, quienes creyeron en mi como un ser humano que podría enseñar a otros y aprender de otros. Me convirtieron en duende del saber, en un Quijotesco docente, se convirtieron en mi albricias! Y me impulsaron en este caminar que hoy llega a 10,950 días que equivalen a 30 hermosos años que nunca cambaría por nada de mi vida.
Es una lista larga. Espero no haber olvidado alguno. Gracias a todos mis profes, incluso de aquellos de los que no aprendí ninguna lección.
Hago mención especial de dos maestras, Maria Consuelo y Rosalía. Las distingo, porque ellas, ellas de verdad que salvaron mi vida.
Los profesores pueden cambiar vidas con la mezcla correcta de tiza y desafíos.-Joyce Meyer.
Buda Panda