«Dicen que el hombre no es hombre mientras no oye su nombre de labios de una mujer». Antonio Machado, poeta español.

Por tanto
yo no era nada
hasta que pronunciaste
mi nombre,
hasta que tus labios
tan tiernos
surcaron
los cielos.

Y surgí preciso
desde
tu corazón sincero
y la ciudad
preguntaba por mi
como
por Machado,
en enero.

Habia un olor
a vinos tintos
y cerezos.
Olor a lluvias
de mayo
y a ternura
de encuentros
Y moría
todo mi corazón entero
perdido en el sonido
de tu voz
que espero.

Me miras
a los ojos
y me impresiona
la verdad de tu amor
en el que muero.

Y en el atardecer
en el cual mi nombre
pronuncias,
tus labios disimulan
la mudez del silencio,
en que me anuncias.

Caen las flores
de las Caobas
anunciando
que mi vida cambió
a partir
de aquel instante.

Tu boca
pronuncia mi nombre
por primera vez
y descubro
formulas secretas
para besar tu piel

y te nombro
con alevosía
y procuro un beso
y fantasías.

Hay
un rumor de nubes
y
besos despacios
y
escucho mi nombre
en tu voz:
despacio.

Reclamo
de mariposas
en nubes negras
y sin cielos
Amanecer de labios
sin temores
ni misterios

Caminos sin marcas
y sin tristezas
labios mios
transitando
tu belleza.

Se disipa
el frío
en
tu mirar sereno
y me abrigan
tus labios,
su sensual misterio.

Y le robo la luna
a los enamorados
y me robo los sueños
del que duerme.

Es la noche
la que viene a verme!

y tus labios
son los que
pronuncian mi nombre
y entonces,
solo entonces,
me hago un hombre.

Carlos Banks