Olor a savia
de tu cuerpo,
la sangre
blasfemada
y aquel olor
a incienso
en templos
cerrados…
Instante
de nubes negras
en los cielos
de Quisqueya.
Intento,
en un susurro,
ser
chispas de luz
en la lluvia
que resbala
hacia
mis ojos.
Tarde gris.
La carne firme
en aquellas
almas aladas
que surcan
el cielo cerca
de la primavera.
Hay palabras
frente
a los espejos rotos
y se desata
el temporal.
Y el sonido del piano
y el saxo?
Y las hojas secas
y su rastro?
El silencio impera
sobre el interés
de la lluvia
y su canto
en perspectivas.
Me coloco
el sombrero negro
y salgo
a sonreír
para
que me bendigan
gotas de
ilusiones.
Camino sobre
gotas caídas
en adoquines coloniales.
Tarde rota.
Las calles
huelen a ti
y tu aroma
enciende las luces
de las
luciérnagas.
Las palabras
te sueñan una
y otra vez.
Ellas te llaman
como mi aliento.
Caminas
por la ciudad colonial
y se acercan avecillas
a tu porte
admirando tu gracia
y tu donaire.
Hay
trinar de fantasías
de ansias
y silencios
en el aire.
Arde la memoria
como fuego viejo
y eterno
La lluvia
decide esconderse
y se duerme
en su fervor
interno.
Millones de aves
tiritan de frío,
millones de hojas
que caen al vacío
en
libre albedrío..
Tañer de campanas
de la catedral
reiteran precisas:
eres
inmortal.
Carlos Banks